lunes, 31 de agosto de 2009

Sueños I - La Cabaña del Osito

Hace tiempo que no sueño nada por las noches. O al menos no lo recuerdo. Y es una lástima, porque casi siempre he tenido unos sueños bastante peculiares y surrealistas, y por la mañana los he recordado con todo detalle, como si fueran escenas de una película dirigida por el propio Tim Burton.

Es por ello que durante una temporada me fui apuntando lo que soñaba. Pensé que sería divertido y que más adelante me gustaría leerlo para descojonarme un rato.

Así que el otro día busqué el archivo de Word donde lo guardaba. En total hay 21 sueños ordenados por fecha, desde 2003 hasta el 2006 (después para que mi madre me diga que soy desordenada, tsss), o sea, muuucho material escrito.

Y si después de todo este rollo que os estoy metiendo, aún no sabéis dónde quiero ir a parar...

Así que pensé que sería una buena idea, esto de colgar mis sueños en el blog para que sepáis el tipo de pensamientos estrambóticos interesantes que pululan en mi cabeza cuando duermo. Y así también tengo un material extra que me servirá para cuando no tenga ni puta idea de lo que escribir, para qué engañarnos...

Bueno, empiezo...


LA CABAÑA DEL OSITO

La siguiente historia pasó la noche del 8 de abril de 2004. Yo me encontraba sola en medio del bosque. Debía ser por la noche porque el cielo estaba bastante oscuro. O eso o es que los árboles hacían una sombra de la hostia. Empecé a caminar sin rumbo por en medio de todos aquellos árboles altísimos, arbustos y matorrales. Traté de buscar alguna seta para restregárselo por la cara a mi padre cuando me despertara, pero no encontré ninguna.

Después de caminar unos cuantos metros, llegué a un claro en el bosque. En aquella zona, había varios rayos de sol que se colaban entre las espesas hojas de los árboles, e iluminaban una pequeña y vieja cabaña de madera. De hecho, ahora que lo pienso, esta cabaña tenía un parecido sorprendente a la
Cabaña de Jacob. Sí, la Cabaña de Jacob. Si no sabéis de qué hablo, mirad el capítulo 3x20 de LOST, titulado The Man Behind The Curtain. ¿Ya está? Ya puedo seguir? Pues venga.

Así que entré en aquella cabaña oscura, siniestra y abandonada, sabiendo que dentro me podía encontrar cualquier cosa horrible: un león sin dientes, Michael de LOST gritando WAAAAAALT, o aún peor: Carmen de Mairena en top less o Bear Grylls bebiéndose su propia orina de un envase hecho con piel de serpiente (muerta). Pero yo entré. Con dos cohone, como diría
Viggo Mortensen.

Pero una vez dentro, la cabaña no estaba tan mal. Nada más entrar, justo delante de mí había una especie de salita de estar, con un asiento y una mesita de madera. A mi izquierda había una pequeña cocina, con sus armarios, la encimera, un fregadero y una despensa.

Me acerqué a la cocina. Como tenía hambre pensé que quizás encontraría algo de comer. Justo cuando estaba abriendo uno de los armarios, una figura oscura atravesó el bosque. Giré la cabeza y, a través de la ventana, vi que era un oso pardo (a partir de ahora, Osito).

El Osito entró en la cabaña y se me quedó mirando fijamente con sus ojos de... oso. De repente, se puso de pie sobre sus patas traseras (si hubiera sido sobre las patas delanteras hubiera sido la hostia). Era más o menos de mi estatura, pero me pareció inmenso. El Osito dio un paso adelante. Yo me acojoné. El Osito se fue acercando a mí poco a poco hasta que lo tuve a medio metro de distancia, mientras él me miraba fijamente. Yo estaba paralizada.

Entonces, de repente, levantó la pata derecha (la delantera), y yo, en un acto reflejo, hice un gesto de apartarme para protegerme del ataque feroz de aquella bestia inmunda.

Pero el Osito apoyó su pata sobre mi cabeza y comenzó a acariciarla. Yo flipaba. El Osito sonreía.

Lo estuve observando durante un buen rato y no parecía tener muchas intenciones de querer arrancarme las piernas de un mordisco. Más bien estaba pendiente de otras cosas. Yo diría que estaba inquieto porque se habían quedado unos cuantos platos para lavar en el fregadero.

Yo tenía un hambre que me moría, y como me pareció que le había caído bien, le pedí amablemente:
¡Eh, tú, oso! Tengo hambre. ¡Prepárame un bocata!
Así que el Osito se dirigió hacia la despensa y cogió una barra de pan de chapata y un par de tomates de colgar. Después abrió un cajón del armario y sacó un cuchillo de sierra. Dejó las cosas sobre la encimera y empezó a cortar el pan para luego mojarlo con el tomate.

Yo, que no me podía creer la escena que estaba presenciando, saqué la cámara digital de no sé dónde, y encuadré para inmortalizar ese momento.
Osito, sonríe!
Y el Osito giró la cabeza, me miró y, con el cuchillo en la mano (perdón, en la pata), me sonrió de oreja a oreja.

Después de ese sueño nunca volví a ser la misma, y es que tengo esta última imagen grabada en el cerebro. Es horrible. Ahora en vez de contar ovejas para dormirme, cuento osos.
Si fuera la protagonista de El Sexto Sentido, mi frase lapidaria sería: "Sometimes I see bears".
Sólo de ver los reportajes de Bear Grylls se me pone la piel de gallina. Bueno, eso también puede ser debido a haberlo visto exprimiendo una mierda de vaca y bebiéndose el jugo. "Para no deshidratarse", dice... manda huevos...

Total, he pensado que, para terminar, una imagen vale más que mil palabras, así que, he intentado reproducir con la máxima fidelidad posible la escena que capté con la cámara. Esta podría ser una aproximación bastante real:


* Nótese el destello en la sonrisa del Osito. Siniestro, muy siniestro...

1 comentario:

  1. ¡Ja ja ja ja ja! Jo, encima que el oso tan majo va y te prepara un bocata y todo... ay que ver que cosas mas raras soñamos a veces.

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