viernes, 23 de octubre de 2009

Eclipse

Miércoles, 14 de octubre.

Asignatura:
Imagen.

Ejercicio:
Dadas las siguientes imágenes contextualizadas en dos momentos históricos del cine y la ciencia, desarrolla un relato creativo - imaginativo a partir de una o todas ellas:


Viaje a la Luna, de George Méliès


El orbitador lunar LCROSS liberando un cohete contra la luna

Pa' cagarse.


Si fuera J.K. Rowling, a día de hoy ya tendría 1.500 folios de relato escritos por delante y por detrás, y se habrían rodado dos películas. Pero no lo soy. Y aunque no lo parezca, se me da mal inventar historias.

Así que, después de estar 5 días dándole vueltas al tarro, conseguí escribir algo medio decente. No muy largo, porque tampoco es plan de agobiar al profe con mis paranoias, al menos los primeros días de clase xD. Total, que me ha salido un pequeño relato de unas 3 páginas a Word en letra Verdana 10. Lo sé, no he estado muy inspirada...


¿Tiene algo que ver con las fotos? Mmm... no mucho. De hecho, se me ha ido la pinza completamente. Pero de eso se trata, ¿no? De que se te vaya la pinza y empieces a hacer algo así como escritura libre. Con suerte, escribes algo con sentido (o no), con lo que tienes material para publicar una saga de 30 libros sobre, pongamos un ejemplo así al tuntún, las aventuras de un joven mago. Y luego, ya si eso, te forras.


Hablando de írseme la pinza, ejem...


Pues nada, aquí tenéis mi
pequeño relato. ¡Espero que os guste! Y si no os gusta, ¡ajo y agua! Ejem... quiero decir... cualquier crítica es bienvenida xD.



ECLIPSE

Cuando sus padres le regalaron aquél telescopio el día de su cumpleaños, Marc se sintió el niño más feliz del mundo.

Ya desde pequeño le había fascinado el mundo de la astronomía, le encantaban los documentales sobre La Tierra y el Universo, y tenía las paredes de su habitación empapeladas con pósters y fotografías de astros, planetas y galaxias.


Cada viernes por la noche, Marc y su padre cargaban el telescopio en el maletero del coche y se dirigían a una pequeña colina situada a un par de kilómetros de su casa. Subían hasta la cima, dónde había un pequeño descampado desde donde se podía observar el cielo estrellado. La única ciudad quedaba a más de media hora de camino, y las luces del pequeño pueblo donde vivían no eran suficientes para ocultar el brillo de las estrellas.


Una vez en el descampado, montaban el telescopio y se quedaban allí durante horas y horas, contemplando el cielo, jugando a descubrir nuevas estrellas y constelaciones, e inventándose nombres para ellas.


Marc tenía una hermana pequeña, unos 5 años menor que él, se llamaba Marta. A ella no le gustaba acompañarles porque la Luna le daba miedo, sobretodo cuando estaba llena. Era tan grande, tan redonda y brillante... Sólo entonces podía verse su verdadera cara: dos ojos grandes y atemorizados, y una boca desencajada formaban una expresión de pánico y angustia que a Marta la aterrorizaba.

¡Eso son los cráteres, boba! – se burlaba su hermano.
Pero ella prefería quedarse en casa jugando con su colección de muñecas de trapo que su abuela le había regalado para Navidad. Las guardaba en un cofre en su habitación, junto con otros juguetes.
¡De lo que deberías tener miedo es de estas muñecas tan feas! ¡Parece que en cualquier momento van a ponerse a andar solas! – seguía burlándose Marc.
El próximo viernes sería un día muy especial, pues tendría lugar un eclipse lunar entre las 10 de la noche y la 1 de la madrugada. ¡Era perfecto! Marc ya había visto algún que otro eclipse lunar y solar, pero nunca con telescopio. Estaba muy contento, pues por fin podría ver de cerca uno de los fenómenos más espectaculares y bonitos que existen.

El día anterior, Marc y su padre fueron a comprar un filtro solar para poder ver el eclipse con total seguridad. Estaba tan emocionado que no pudo dormir en toda la noche pensando en ese momento.


Y llegó el gran día.


Durante las clases tenía la cabeza en otro sitio y no podía pensar en otra cosa.
Por la tarde, después de llegar del colegio, estaba tan cansado y tenía tanto sueño que decidió echarse al sofá a hacer una cabezadita.
No te preocupes. Tú duerme un rato y cuando sea la hora, te despertaré. – le dijo su padre.
Y así fue. Estuvo durmiendo toda la tarde, hasta sintió que alguien le tocaba el hombro y que una voz le susurraba:
¡Vamos, Marc, arriba! ¡Ya son las 10, el eclipse está a punto de empezar!
Ese día, el cielo estaba más despejado que nunca, así que decidieron quedarse y ver el eclipse todos juntos desde el jardín de su casa.

Todos menos su hermana, Marta, que no quería salir por nada del mundo, así que se quedó en la sala de estar mirando la tele. Desde donde estaba podía oír los gritos de entusiasmo de Marc, así que decidió sacar la cabeza, y lo que vio no le gustó nada. La luna estaba más grande que nunca, con esa expresión de terror, y con un tono rojizo que aún la hacía más aterradora.


Volvió a entrar en casa y continuó mirando la tele. De repente escuchó un ruido. Pensó que tal vez se habría caído alguna cosa en el pasillo, pero no le dio importancia. Otro ruido. Bajó el volumen de la tele y ésta vez escuchó unos pequeños golpes que provenían del piso de arriba.


Subió las escaleras y fue avanzando hasta que los golpes la guiaron hasta su habitación. No estaba segura, pero creyó que procedían del cofre de madera dónde guardaba sus juguetes. Escuchó más golpes, seguidos de arañazos y susurros. Parecía que alguien quisiera salir del cofre. De repente, la tapa se empezó a levantar muy lentamente y desde el interior, a través de la rendija, se iluminaron dos lucecitas rojas, como si fueran los ojos de un gato en la noche.


Se oyó un grito. Los padres de Marc entraron en la sala de estar para ver qué pasaba pero Marta no estaba allí. La buscaron por toda la casa pero no apareció. Desesperados, decidieron salir a la calle para encontrarla, mientras Marc se quedaba en casa por si volvía.


Absorto mirando a través del telescopio el eclipse que ya se terminaba, no se dio cuenta de que la puerta de entrada se abría sigilosamente dejando escapar un leve chirrido. Entonces, la puerta se cerró de golpe, y Marc, sin dejar de mirar por el telescopio dijo:

¿Ya estás aquí? Mamá y papá estaban muy asustados y han salido a buscarte fuera... Ya verás cuando vuelvan y se enteren que todo ha sido una broma. Creo que mañana alguien se va a quedar sin postre...
Pero nadie contestó. Entonces Marc se dio la vuelta y no vio nada. Estaba él solo en el jardín. Estaba todo oscuro y las únicas luces que había eran las de las farolas de la calle que sobresalían por encima de la verja de la casa.

De repente escuchó lo que pareció ser una risita. Pero seguía sin ver a nadie. Entonces se fijó en algo que había en el suelo, entre el césped. Se acercó y vio que era una de las muñecas de su hermana. La cogió y la observó: medía como unos 15 cm de alto, estaba hecha de trapo y cosida a mano. Su pelo estaba hecho de lana roja y llevaba trenzas. Sus ojos eran grandes y negros y su boca formaba una gran sonrisa. Llevaba un vestido también de color rojo e iba descalza.

Ufff... qué grima me da... ¡Marta! ¡Como no salgas ya, voy a lanzar tu preciosa muñeca al fuego! – dijo, y la dejó caer al suelo.
Mientras se dirigía hacia la entrada de su casa para buscar a su hermana, volvió a oír esa risita burlesca, casi maléfica. Se dio la vuelta pensando que tal vez había salido de su escondite, pero ésta vez tampoco vio nada.

Cuando se volvió para girar el pomo de la puerta, lo que vio le dejó paralizado. La muñeca que había tirado al suelo unos metros más allá, se encontraba en ese mismo momento sentada en el alfeizar de la ventana y apoyada contra el cristal. Sus ojos estaban iluminados de un color rojo y le miraban fijamente a él. Al menos eso le pareció.


Entonces, se dio cuenta de que del pequeño cinturón del vestido, le sobresalía un papel doblado, que parecía tener algo escrito. Tan rápido como pudo, cogió la nota y la abrió, y lo que leyó en ella lo dejó horrorizado.

Tu hermana no va a volver. En el próximo eclipse, tú serás el siguiente.
Tiró la nota al suelo, entró corriendo en casa y subió a su habitación. Cerró la puerta y se tumbó en su cama, temblando de miedo y llorando. Decidió quedarse allí hasta que volvieran sus padres. Entonces se dio cuenta de que estaba a oscuras y se levantó para encender la luz de la lámpara de su escritorio. Pero justo en ese momento, escuchó de nuevo la risita malvada, y vio que el pomo de la puerta empezaba a girar lentamente. La puerta se abrió con sigilo y, a través de la rendija pudo ver esos dos ojos rojos fijos en él.

Con horror, vio como los dos ojos avanzaban directo hacia él mientras la muñeca no paraba de soltar risitas, a cada cuál más malvada.


Tú serás el siguiente, tú serás el siguiente...


Esas palabras retumbaban en su mente. Cerró sus ojos lo más fuerte que pudo, como si de esa manera, la muñeca o lo que fuera que estaba a punto de atacarle, no pudiera hacerle daño.


Entonces, sintió que alguien le tocaba el hombro y que una voz le susurraba:

¡Vamos, Marc, arriba! ¡Ya son las 10, el eclipse está a punto de empezar!
Se despertó sobresaltado, en la sala de estar, tumbado en el sofá. ¡Había estado soñando! ¡Toda esa historia de la muñeca no era más que un absurdo sueño!

Se levantó de un salto, cruzó el salón y se dirigió hasta la puerta que daba al patio trasero. Antes de salir, le pareció oír una risa en su espalda. Se giró y vio a su hermana bajando de las escaleras. Sostenía algo entre sus manos: era una muñeca de trapo. Cabellos y vestido rojo. Ojos grandes y una boca sonriente.

- Ehh... uhh... ¿no vas a salir al jardín a ver el eclipse? Va a empezar ahora...
- No, prefiero quedarme en el salón viendo la tele.
- Como quieras...
Antes de irse, no pudo evitar echar otro vistazo, con cierto temor, a la muñeca de su hermana que se parecía tanto a la de su sueño. Pero rápidamente se dijo a sí mismo que era una tontería tener miedo de un simple juguete sin vida, y se volvió para dirigirse al jardín, no sin antes apreciar un misterioso y extraño brillo rojizo en los ojos de la muñeca, seguido de una risita sutil.

O al menos eso le pareció.




P.D.1: Ojo con el título del cuento. Más original imposible. Estoy por cambiarlo.